miércoles, julio 01, 2009

Brasieres para la influenza

En la primavera de 1918 se detectó un leve brote de virus de influenza. Para el verano, el virus se transformó de forma extraña y en los seis meses posteriores terminó matando a más de 20 millones de personas en todo el mundo.

Al parecer esta vez la epidemia no será de la magnitud de hace 90 años, siguiendo las medidas que se están tomando. Más vale acatarlas y pecar de exagerado, aunque lo acusen de sufrir psicosis.

La epidemia se está expandiendo más rápido que un chisme en el salón de belleza. Los modelos matemáticos de los epidemiólogos dicen que cuando se encuentra una persona infectada con una sana hay una probabilidad determinada de que contagie a esta última.

Al mismo tiempo los individuos infectados tienen la oportunidad de curarse y de ser susceptibles de contagio otra vez. La enfermedad se esparce a una tasa igual a las probabilidades de transmisión entre las probabilidades de recuperación del enfermo. En otras palabras, si la tasa a la que se propaga la enfermedad es mayor que un valor mínimo de recuperación de enfermos, entonces la enfermedad sigue infectando a una proporción constante de la población. Si sucede lo contrario, la epidemia se acaba rápido. Así es como funcionan las vacunas.

El Gobierno puede considerar que “las epidemias están en función de las personas que transmiten los agentes infecciosos, y el ambiente en que estos agentes operan.

“Cuando una epidemia se dispara fuera de equilibrio es porque algo ha pasado, un cambio ha ocurrido en uno —o mas— de esos factores, ya sea personas, virus o ambiente.
En las epidemias, un pequeño porcentaje de las personas hacen la mayoría del trabajo de contagio. Son personas descuidadas que lo esparcen asistiendo enfermos a lugares públicos, o que viajan propagando el virus…

“Cuando los recursos son escasos, es mejor combatir la enfermedad infecciosa haciendo al menos un esfuerzo para enfocar las estrategias de control en esos individuos “contaminantes”, en vez de promover inmunizaciones al azar y en general”.

De acuerdo con esto, se observa que para evitar una mayor propagación de la influenza se necesita actuar, implementando más formas para detectarla, diagnosticarla y tratarla con rapidez.

El miedo no anda en burro, ciertas calles lucen desiertas y como una visión apocalíptica o de película fatalista, se ve a personas con tapabocas en sus carros y lugares de trabajo. El ambiente se siente raro, duele ver a México así. Para los que damos clase, se trastornan los planes, el avance educativo se detiene y los alumnos están desconcertados. La situación es incómoda, uno se siente limitado en su libertad al no poder asistir a eventos masivos y lugares públicos. No falta quien lo tome por el lado amable y mande correos con la foto de una pareja usando las copas de un brasier como tapabocas alternativo a su escasez.

Circula la frase “No te juntes con chilangos, porque son mala influencia”, hay comunicadores que dicen “influencia” en vez de influenza. Lo deseable es que esto pase rápido y los efectos sean los menores para la salud y la economía de nuestro país.

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