Un joven estudiante procedente de Europa comentó que le gusta casi todo en la ciudad de Saltillo, excepto la gran cantidad de topes en las calles.
“En ningún otro lado había visto tantos”. Me gusta un apartado de la sección multimedia en VANGUARDIA, por internet, se llama “Golpe avisa”. Sus productores tienen una mina infinita de material en los problemas viales de nuestra ciudad.
En esa sección está un video que muestra 11 topes seguidos en una calle. Están ubicados en la carretera antigua Arteaga, por donde hay un proveedor automotriz. Creo que Saltillo podría concursar para el récord Guinness de la ciudad con más topes o la calle con más topes seguidos.
El video lanza la pregunta: ¿Cuántos topes son demasiados? Los conductores opinaron —y coincido con ellos— en que es mejor un reductor de velocidad, o un semáforo —aunque es más costoso— y que los topes dañan los vehículos.
Le agregaría que también las espaldas de los conductores sufren un desgaste. Además, los autos deportivos bajitos aquí se balancean en medio de uno de esos topes. Las autoridades viales justifican la colocación de múltiples topes argumentando que los ciudadanos no respetan los señalamientos de los límites de velocidad.
Se trata de un problema de educación vial y la campaña de las calcomanías que dicen “ya bájale” —no sé qué tan bien haya funcionado—; se acerca más al tipo de solución requerida, que el llenar de topes la ciudad.
Esto último es como ponerles pañales a jóvenes y adultos en lugar de enseñarles desde niños a ir al baño y a controlar los esfínteres. Controlar los pies que pisan el acelerador es lo que necesitamos. Y esto es cuestión de educación. Y el problema es cómo está la educación. Un indicador es lo que lee la sociedad, los adultos —no sé si por morbo o por qué—, piden el libro de Ahumada “Derecho de réplica”, que defiende lo indefendible y además a toro pasado o a destiempo. Los jóvenes, los pocos que leen, se entretienen y educan con novelas de vampiros como “Crepúsculo”.
Esas historias están bien para la imaginación, pero para cultivar el intelecto y aprender cosas prácticas y útiles, hay otros libros. Guillermo del Toro y una serie de autores también han empezado a escribir historias de vampiros. Una vez tuve una pesadilla en la que veía —por la ventana de un antiguo Volkswagen— un murciélago volando, de fondo unos nubarrones negros y una luna. Luego el murciélago se abalanzó sobre mi cuello y empezó a morderme. Dí algunos manotazos para defenderme de la bestia y desperté peleándome con la almohada en mis manos. El haber sufrido esa pesadilla, me acredita para escribir alguna historia de vampiros y subirme a la ola de la mercadotecnia y el negocio de los vampiros. El inconveniente sería que no contribuiría a la educación vial y de todo tipo que tanta falta nos hace. Una de las causas es que leemos poco y de mala calidad. Esto ocasiona que como pericos repitamos sólo las ideas ajenas y no tengamos un criterio bien formado y falte lo esencial en la educación de los jóvenes: aprender a pensar por sí mismos. Hagamos un esfuerzo por mejorar nuestra educación.
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