jueves, julio 09, 2009

Ética en economía y finanzas

Un profesor de economía tuvo un grupo que insistió en que el socialismo funciona. Afirmaban que en el hay igualdad y no existen ricos ni pobres. El profesor les propuso calificarlos de forma socialista: la misma calificación para todos, el promedio de lo que obtuviera el grupo. En el primer examen el promedio fue 80, y eso se les reporto a cada uno. Los que estudiaron mucho estaban molestos y los que estudiaron poco estaban contentos. En el segundo examen los que habían estudiado poco, estudiaron aún menos, y los estudiantes que habían estudiado duro, decidieron no trabajar tan duro ya que no iban a lograr obtener 100. El promedio fue 70. En el tercer examen y en el resultado final reprobaron todos. Acabaron peleándose ya que ninguno estaba dispuesto a estudiar para beneficiar a otro que no lo hacía.

Cuando pregunto a mis alumnos si un mercado libre y eficiente produce una distribución del ingreso socialmente aceptable, la mayoría responde que es cierto. No tengo el problema del profesor del caso anterior, pero intento hacerles ver que el capitalismo tiene que mejorar para distribuir mejor la riqueza. Su lógica de la máxima ganancia rápida, sepulta a la economía. La idea de que una mano invisible va a intervenir para regular los mercados ha quedado obsoleta. Las leyes del mercado no funcionan si no hay una ética personal que las sostenga. La mentalidad que causo esta crisis esta basada en la avaricia, el éxito, la posesión, el egoísmo y el individualismo. Hubo un consumo artificial sin ingresos que lo sostuvieran. Agréguele la falta de valores, la búsqueda del poder y fama. Todo ello creó una economía que no se basa en una productividad real, sino en una especie de economía digital, que acumulaba dinero pero que no ofrecía servicio social y material. Las finanzas y las personas requerimos actualizar nuestro software o programa mental. Cambiarlo al de la búsqueda de la solidaridad ante el hambre y el desempleo, de que exista de todo y para todos, oportunidades de crecer, respetando la dignidad y derechos. Cambiar de pensar en ganancia a corto plazo a un bien común a largo plazo, al uso prudente de los recursos, a una sobriedad en el consumo y en el estilo de vida. El gobierno debe evitar una política de mera redistribución del ingreso, ya que es una ilusión, como la de las calificaciones socialistas. Mas bien debe garantizar las reglas de transparencia del mercado y el libre acceso al mismo, evitar el desperdicio de mantener costosas burocracias y cuidar que la economía no esté regida solo por leyes inhumanas de utilidad inmediata, explotando al trabajador. Es muy importante y urgente que se frene la especulación. El estado tiene que apoyar las inversiones intensivas en mano de obra, a las empresas que actúen con responsabilidad social. Al mismo tiempo las empresas deben ser rentables, generar riqueza en el presente y futuro, para que puedan permanecer en el largo plazo contribuyendo a disminuir la pobreza. Algunas de las ideas aquí presentadas son un pequeño adelanto de lo mucho que podremos ver en la encíclica de Benedicto XVI, “Caritas in Veritate”.

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