En esto no creo. Jesús Humberto González de León.
Una señora de 54 años, estaba embarazada de dos meses de su esposo alcohólico y sifilítico. Fue al doctor y este le decretó interrumpir el embarazo. Ella se negó y dio a luz a .Ludwig Van Beethoven. Una prueba prenatal común para pronosticar la normalidad del bebé tiene un margen de error del ¡75%! Y de cualquier manera se debe aceptar al bebe como venga. No creo que las mujeres deban abortar argumentando que “son dueñas de su cuerpo,” porque se trata de otro cuerpo y otra vida: la de un bebé que la ciencia genética ha demostrado existe desde que se fecunda el óvulo. La violación deja un trauma y el asesinato del aborto le añade otro. Legalizar el aborto en México lo convertiría en un método común de control natal, objetivo oscuro de otros países.
No creo en Freud, porque todo en la mente y la conciencia lo quiere explicar con el sexo: con impulsos hormonales, represiones y obsesiones infantiles.
No creo en Darwin y su teoría de la evolución que afirma que nuestros ancestros fueron unos changos y nos dice que el hombre se creó por una casualidad. Si somos seres tan complejos primero por casualidad se crea un carro. Dice el científico Jaime Gray que si la biología se apega a la hipótesis de la evolución, podrá llegar a la incomoda situación de afirmar que cierta cantidad de simios golpeando maquinas de escribir por largo tiempo producirán un a enciclopedia. Un código genético (tres mil millones de letras) esta estructurado de manera ordenada y se repite en todo humano, en cada persona varia en menos de una de cada mil letras (.0003%.)
No creo que el capitalismo salvaje sea la solución. Ni tampoco creo en Marx, ni en sus discípulos Fidel Castro, Hugo Chávez, porque el comunismo fomenta la violencia, cuando promueve la lucha de clases, el odio entre ricos y pobres, y todo lo reduce a una cuestión económica. Subordina el individuo al estado y la colectividad. No creo en ningún gobierno que pretenda arreglar todos los problemas, cambiando las estructuras políticas, económicas y sociales sin necesidad de que las personas cambien su voluntad y sus acciones, y sin respetar su dignidad.
No creo en todo lo que diga y haga la mayoría, por el simple hecho de ser mayoría.
No creo en la parte de la teología de la liberación que usa como medio una lucha política y social marxista, que fácilmente genera violencia y termina traicionando a los pobres. “La pobreza más profunda no es la material, sino la pobreza espiritual: la incapacidad de ser feliz, la convicción de que la vida es absurda y contradictoria.”
No creo en quienes dan amenazas exageradas del calentamiento global. Son algunos de los mismos científicos que en los años 1930, 40 y 70, hablaban del enfriamiento global y la era de hielo que vendría. Ni tampoco en los que escriben “Tierra,” así con mayúscula y la llaman su diosa madre. En todo esto no creo.
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