miércoles, diciembre 19, 2007
Iglesia y política.
Los perredistas irrumpieron en la catedral del D.F. para quejarse del ruido y acallar las campanas. A López Obrador le hace falta el “¿Porque no te callashh?” que le aplicó el rey de España a Chávez. A la Iglesia, con sus aciertos y errores, la han atacado siempre y a pesar de ello ha sobrevivido siglos. El Obispo Vera ha sido víctima de espionaje, de una denuncia y algunos comunicadores esbirros lo han agredido haciendo burla de el y de la Iglesia, acusándolo de participar en política. Se escandalizan de manera hipócrita ante nimiedades mientras dejan pasar lo relevante. Pero ¿Hasta donde debe llegar la presencia de la Iglesia en la vida pública? “Las estructuras justas nacen de un consenso moral de la sociedad sobre los valores fundamentales y sobre la necesidad de vivir esos valores renunciando incluso al interés personal. Este trabajo político no es competencia inmediata de la Iglesia. El respeto de una sana laicidad-incluso con la pluralidad de las posiciones políticas- es esencial en la tradición cristiana. Si la Iglesia comenzara a transformarse directamente en sujeto político, no haría más por los pobres y por la justicia, sino que haría menos, porque perdería su independencia y su autoridad moral, identificándose con una única vía política y con posiciones parciales opinables. La Iglesia es abogada de la justicia, de la verdad y de los pobres precisamente al no identificarse con los políticos ni con los intereses de partido. Solo siendo independiente puede enseñar los grandes criterios y los valores inderogables, orientar las conciencias y ofrecer una opción de vida que va más allá del ámbito político. Educar en las virtudes individuales y políticas, es la vocación fundamental de la Iglesia en este sector.” Sin embargo “Exagerar el laicismo con el pretexto de la democracia anima a que fuertes poderes pretendan rechazar toda presencia y contribución de la Iglesia en la vida pública, y la presionan para que se repliegue en los templos. Consciente de la distinción entre comunidad política y comunidad religiosa, base de sana laicidad, la Iglesia no dejará de preocuparse por el bien común de los pueblos y, en especial por al defensa de principios éticos no negociables porque están arraigados en la naturaleza humana.” Negar derechos a la Iglesia es reprimir la libertad de credo y expresión. Algunos políticos, mareados de poder, les molesta que se les abra los ojos a la gente y les señalen sus fallas. Marco Almazán dijó: “La política es el arte de impedir que la gente se meta en lo que sí le importa.” No solo a la Iglesia se le pretende negar su contribución, también a sus miembros. La política no es monopolio del gobierno. La corrupción en los gobiernos ocasiona miseria, una democracia irreal, sin separación de poderes ni justicia. La sociedad civil desencantada se autoexcluye de su responsabilidad de participar en la vida pública. Se necesita de políticos honestos que hagan iniciativas inspiradas en doctrina social. Nos sentimos predestinados a ser simples espectadores y abdicamos de formar la realidad promoviendo los derechos humanos. La realidad no se puede explicar solo desde un ámbito político, ni económico, científico o de entretenimiento, que son sus fragmentos. El sentido que da unidad a todo lo que existe es el religioso, su falta produce un vacío. jesus50@hotmail.com
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